photo © JACCC
La primera tour norteamericana. Austin, Texas. Nuestros dos conciertos. Fans canadienses, británicos, japoneses (se sabían mis canciones, "¡Es Toxic Love!" -alucino)... y americanos, supongo. Los tacos tex-mexicanos. Las chalupas. Los largos paseos en la furgoneta alquilada, toda la banda repartida entre sus asientos amplios y el eco del maldito-bendito gps. Pierrot asombrándose a cada pie (así mide el gps made in USA) de sentir en su nariz la magnética extranjería de Win Wenders. Paco y Muni, enhiestos sobre botas de montar de piel de serpiente y camisas de hombros plateados y micrófonos y guitarras y gadgets impronunciables de lo-fi-land. Pablo (The Guinea Pig) y Marian, un dúo aún inédito pero irresistible de avant-joy, una oda al despiste más atractivo y confidente. Toronado, con su sentido ronco del análisis clarividente, la carcajada, consciente de la trascendencia de las huellas texanas al abrazar su guitarra national de los 50. Y yo, ufano, pegado a unas gafas de sol, deslumbrando con mi traje azul piscina, confundiéndome entre la muchedumbre, pasaría por un anodino ciudadano de Austin. Lo pasamos en grande, ése sería el telegrama que enviaría desde la recepción del hotel, una vez me hubiera fumado el último cigarro en la terraza de la habitación (que me recordaba tanto a la película El Halcón Inglés, de Soderberg), junto a Toronado, Pierrot y Pablo, golpeando antes en la habitación de Paco y Muni para avisar que les esperábamos para ir a la calle Lamar. Todo el viaje retumba aún en mi cabeza a ritmo de un absurdo escepticismo de sonrisa desencajada.
(Desde el 7 de abril y durante 3 semanas, estaré grabando mi nuevo disco, "Safe and Sound" (Sano y Salvo). No será exactamente una continuación de mis discos anteriores, puesto que con No Land Recordings siento que de algún modo inconsciente pero evidente cerré una cierta serie, y ahora me apetece que corra el aire, que incluso llueva torrencialmente y renovemos nuestro bífidus. Habrá nuevos elementos, y otros antiguos recolocados. Pero no tiene mucho sentido especificarlos, en modo alguno por desvelar o no hipotéticas sorpresas, sino porque las ideas en la música pienso que sólo tienen sentido si se ponen de manifiesto. De hecho, pienso que la vida de todas las personas es un absoluto misterio para mí, menos la mía. Lo único seguro es que después de componer unas 50 canciones el disco tendrá 10 ó 12).
La primera tour norteamericana. Austin, Texas. Nuestros dos conciertos. Fans canadienses, británicos, japoneses (se sabían mis canciones, "¡Es Toxic Love!" -alucino)... y americanos, supongo. Los tacos tex-mexicanos. Las chalupas. Los largos paseos en la furgoneta alquilada, toda la banda repartida entre sus asientos amplios y el eco del maldito-bendito gps. Pierrot asombrándose a cada pie (así mide el gps made in USA) de sentir en su nariz la magnética extranjería de Win Wenders. Paco y Muni, enhiestos sobre botas de montar de piel de serpiente y camisas de hombros plateados y micrófonos y guitarras y gadgets impronunciables de lo-fi-land. Pablo (The Guinea Pig) y Marian, un dúo aún inédito pero irresistible de avant-joy, una oda al despiste más atractivo y confidente. Toronado, con su sentido ronco del análisis clarividente, la carcajada, consciente de la trascendencia de las huellas texanas al abrazar su guitarra national de los 50. Y yo, ufano, pegado a unas gafas de sol, deslumbrando con mi traje azul piscina, confundiéndome entre la muchedumbre, pasaría por un anodino ciudadano de Austin. Lo pasamos en grande, ése sería el telegrama que enviaría desde la recepción del hotel, una vez me hubiera fumado el último cigarro en la terraza de la habitación (que me recordaba tanto a la película El Halcón Inglés, de Soderberg), junto a Toronado, Pierrot y Pablo, golpeando antes en la habitación de Paco y Muni para avisar que les esperábamos para ir a la calle Lamar. Todo el viaje retumba aún en mi cabeza a ritmo de un absurdo escepticismo de sonrisa desencajada.
(Desde el 7 de abril y durante 3 semanas, estaré grabando mi nuevo disco, "Safe and Sound" (Sano y Salvo). No será exactamente una continuación de mis discos anteriores, puesto que con No Land Recordings siento que de algún modo inconsciente pero evidente cerré una cierta serie, y ahora me apetece que corra el aire, que incluso llueva torrencialmente y renovemos nuestro bífidus. Habrá nuevos elementos, y otros antiguos recolocados. Pero no tiene mucho sentido especificarlos, en modo alguno por desvelar o no hipotéticas sorpresas, sino porque las ideas en la música pienso que sólo tienen sentido si se ponen de manifiesto. De hecho, pienso que la vida de todas las personas es un absoluto misterio para mí, menos la mía. Lo único seguro es que después de componer unas 50 canciones el disco tendrá 10 ó 12).