15.4.10


Tenis mirando a la Meca
Recuerdo unos juegos olímpicos. Mi hermano y yo veíamos partidos de tenis y no podíamos aguantar la risa, las carcajadas sucedían como náuseas de montaña rusa. El comentarista exclamaba cada golpe: ante el drive o revés más ordinarios sus woo y uuh y aah eran tan inconcebibles y extremos que nos mirábamos a los ojos para despertar de una posible pesadilla tragicómica y nos dábamos cuenta de que era cierto, que lo decía en serio, y nuestra mandíbula se volvía a desencajar. Ante los golpes supuestamente extraordinarios el locutor parecía que se estuviera meando vivo. Un primer saque que entraba en la cuadrícula diagonal del campo contrario y se marchaba con efecto hacia el público… El presunto periodista deportivo se quedaba mudo. ‘Off the record’ probablemente estaba llamando por conferencia a su madre para decirle que estaba asistiendo a algo asombroso, que la vida le había regalado uno de esos capítulos históricos que cambian la historia. Que se sentía tan honrado, que ese mismo día, a pesar de que no era musulmán, se iba a arrodillar mirando a la Meca por si acaso, porque “esto” no tiene explicación racional. Sólo se puede explicar con colores difusos, con energías misteriosas, con el bien frente al mal, lo opuesto a la depravación que caracteriza y describe aspectos del ser humano desviados de la naturaleza del amor, la justicia y lo social. Qué buena persona. Evidentemente no era ni será en la actualidad un asesino en serie. Y buen hijo, aunque despertara a su madre por el cambio horario para contarle semejante imbecilidad. Pero no tenía ni puta idea de tenis. Si con el botón del teletexto le hubiéramos degradado directamente a ese departamento así lo hubiéramos hecho, de hecho habríamos fijado el botón con pegamento instantáneo para que se quedara allí hasta su jubilación. Resuenan en mi cabeza Rubén Blades y The Red Krayola y David Hidalgo y Badly Drawn Boy y Edgar Varèse y The Hollies. Huele a café.
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