17.5.10


En mis antípodas, un Adonis
Necesito ver las cosas desde arriba, hasta donde me llegue la vista, aunque no esté más cerca del cielo en absoluto, porque desde abajo la presión de la gravedad me intoxica. Lo más cercano que siempre me he sentido de una banda de rock&roll, pop, doo wop, hillbilly, protopunk o lo que sea; y de las pocas cosas que perduran en mí cada siete años, ese hipotético periodo cíclico y canino en el que teóricamente renovamos nuestro interior, no sé si sólo somática o si también anímicamente, son los Beatles. Porque aparentan ser una banda tradicional pero no enfocan sus roles de ese modo sino de una forma completamente inversa, pequeñas partes de una orquesta sin su alarde que forman un organismo, un Adonis. Para mi próximo disco tengo bastantes referencias, aunque por supuesto mi nivel de investigación para éste y para todos los futuros (y pasados) signifique lo contrario a la erudición y sapiencia: la clave es el sexto sentido, y eso que no me he cambiado de sexo ni lo haré. Esa es toda mi fiabilidad. Algunos de los satélites que pestañean en mi mente iluminan tierras recónditas concebidas en las antípodas figuradas de donde he escrito la mayoría de las canciones (hiperrealistamente hablando, en Madrid, luego su antagónico sería la ciudad neozelandesa de Hastings). Hace tiempo que me interesan tantas cosas que nada tengan que ver presuntamente conmigo, aunque yo las sienta más cerca de mi hábitat que otras que como mucho comparten antifaz, disfraz y gafas de astro. Secretos algo tétricos de los años 80, hip-hop pasado de moda, románticos pródigos... Pero eso, que los Beatles perduran. Y Daniel Johnston. Y las antípodas de mí mismo.