17.11.10


Pic: LD Beghtol, Carlos Toronado, Remate

ALLASISMO
Memorando de SUPERLUV. Por lo que tiene de romántico” en NUEVA YORK

2010/1/08 The Cake Shop
2010/11/10 The Rock Shop
2010/11/13 The Living Room

Estoy en el avión de vuelta a Madrid. Las advertencias en caso de emergencia también están de vuelta. Esta vez espectrales, presentadas en primer plano aunque en play back por una azafata apócrifa demasiado pelirroja, peinada con un moño sin vuelo y con dentadura reflectante como el chaleco salvavidas que anuncia. En una pequeña pantalla, que se despliega dos o tres asientos anquilosados hacia arriba y en dirección oblicua a mis IRIS, la estela del viaje resulta infinitamente más perfecta que lo que se percibe si ocupas cualquiera de las siete filas de asientos multiplicadas por cuarenta y pico pasajeros (el dato exacto es fútil). Hoy es lunes 15 de noviembre de 2010, y son las ocho y media de la tarde en NY. Ocupo el asiento 35-A. El viento de cola es de 113 kilómetros hora. Mi cabeza no da para mucho más.
Un pasajero desconocido se dirigió a mí previamente, en el aeropuerto:
-“Tú eres Remate”... Yo contesté que sí aunque la oración parecía retórica.
¿Será la onda expansiva del amor que generan, tropical y huracanado, las actrices porno del disco? ¿Será la digestión de desayunar pollo frito dos días seguidos? ¿Será una consecuencia de esa epifanía que sobrevino con la comunidad japonesa neoyorquina que inexplicablemente destacaba en mi tercer concierto, el del sábado en The Living Room? Rebobino: Ese día, antes de ayer, justo después de una entrevista de radio, empezamos el concierto con la canción “Laurie Allen”. (Hemos cambiado el repertorio y bastantes arreglos en cada uno de los conciertos). En este caso el trío lo conformábamos LD Beghtol, Carlos Toronado y yo. (En los dos conciertos anteriores en NY fuimos Pinky Weitzman, Carlos y yo). En un momento de la letra, canto, en inglés: …"No necesito ni el vocabulario japonés ni el ruso para completar MI VOCABULARIO, con la A y la B de mi Laurie Allen me basta y me sobra…”. Total, que en la primerísima canción del show, los japoneses en plural que estaban sentados a oscuras y con velas crispadas en las mesas, lo debieron flipar con mi canción, o al menos se miraron entre sí como si yo tuviese todo insólitamente preparado para darles una bienvenida cáustica. Pero no, yo no tenía ni idea. Luego alguien me relató esto, lo de que no podía parar de reírse con ese enigmático absurdo de la letra ante la nutrida comunidad japonesa (¡!) de mi concierto. Intento contener mi entusiasmo ante este hecho pseudo-oriental asombroso pero no puedo. Estas cosas que sólo le ocurren a Larry David y a mí son el ketchup de mi hamburguesa, la espiral en mi ciclón, el globo imposible en mi partido de bádminton, el último ladrido abatido en mi carrera de galgos, el cambio climático que eclosiona en las antípodas cuando te rellenan la taza de café directamente de la cafetera del restaurante que sirve desayunos de comida sureña y tartas a medida.
Pero lo más importante es que el show en The Living Room, nuestra despedida oficial de NY en este prólogo de “SUPERLUV…” (puesto que el disco aún no ha salido y volveremos para bastantes más conciertos en marzo, antes o después del festival SXSW) resultó un éxito sea lo que sea eso del éxito. Hubo mucho público, a todos les sedujimos con el propósito de topar con el atajo para salvar el mundo, incluidos personajes de la industria, agentes y eso, con los que sacudí mis manos sin turbulencias y nos despedimos con un “hasta muy pronto”.
Recapitulo. Ese momento de “estrella fugaz del rock”· –si es posible con más “estrella”, fugaz o no, que “rock”- sucedió justo antes de facturar las cuatro maletas. La de Carlos Toronado, la de su novia y amiga mía, AG, la mía y una cuarta con máquinas: un sampler que contiene todos los loops de las canciones de “SUPERLUV…” (empezamos utilizando todos y ahora después de cuatro conciertos utilizamos sólo la mitad; parte del repertorio preferimos interpretarlo más desguarnecido), pedales de distorsión prehistórica, un delay analógico, un trémolo de pájaro carpintero, cables largos, muy largos y cortos y muy cortos y azules y amarillos, adaptadores de corriente, convertidores electrónicos de Europa a USA, cajas de inyección, dos maracas y una pandereta, un sintetizador microkorg… Más tres guitarras en nuestras manos, una de ellas acústica, genuina de los años cuarenta, corpórea, la tengo desde que grabé el disco aquí, en Brooklyn. Más una clásica Fender Jaguar de un amigo, y una nueva guitarra eléctrica que Carlos se ha comprado hoy mismo en el barrio de Chelsea. Es un instrumento homérico de los años cincuenta, anónimo, impar, pequeño y GIGANTE como una onda. “Remate, he visto la guitarra de “SUPERLUV…”.
El primer concierto, el del lunes en The Cake Shop (en el distrito de Lower East Side asimismo como The Living Room: es un barrio emblemático, aunque ahora mucha gente lo asocia a que fue donde Lady Gaga empezó a actuar públicamente, ja) fue el único digamos “de paso”, con un sentido más de futuro inmediato que de gerundio. Resultó que el promotor de la sala era un desastre (LD nos alertó hace meses), el espacio muy regular, además era lunes, y también nosotros, sobre todo yo, estuvimos algo fríos. Aún sujetos al repertorio algo estricto del álbum, el show adoleció de falta de vuelo, también porque acabábamos de bajarnos hacía sólo unas horas del avión y el jet lag desequilibró nuestra fuerza de la gravedad. Lo mejor fue posiblemente Pinky, que completó el trío como su hubiese tocado con nosotros previamente en 14 ocasiones, cuando era exactamente la primera vez que nos juntábamos. Ese día, además, terminó con este show pero empezó pronto y fue larguísimo. Granizaba y hacía un viento monstruoso, una mañana oscura de frío invernal que no se parecería en nada al clima primaveral que le sucedería tan sólo dos días después y nos estimularía así hasta el final de nuestra estancia. A las diez de la mañana, helado, estaba en la televisión NY-1 donde me hicieron una entrevista e interpreté solo con la acústica “Típico de California” –para entrar en calor; así empieza el álbum. Resultó muy divertido, muy cómico. Luego tuvimos tres horas de ensayo Carlos, Pinky y yo. Después la prueba de sonido... Pero no hay duda alguna, sin este día espinoso con todos sus compromisos y su enorme compresión y sus relámpagos no hubiéramos despertado tan ràpidamente y no hubiéramos sido capaces de dar mucho-mucho más de sí en los días posteriores con sus responsabilidades correspondientes. Una estación necesaria.
El show del miércoles era en Brooklyn, donde nos alojamos durante toda la semana. Porque yo pasé allí el verano grabando el disco y es donde me siento en casa, donde me encuentro. Y porque es una zona, en concreto Williamsburg, equidistante de las líneas de metro L y M, donde nos sentimos mucho más afines, perfecta para despertarnos y desayunar opíparamente, mirar al cielo no da tortícolis, hay mucho menos frenesí... y es mucho más barato que Manhattan. Pero ojo, Brooklyn es mucho más grande que Manhattan por si alguien no lo sabe, exactamente Brooklyn es la quinta “ciudad” más grande de los Estados Unidos. Eso quiere decir que The Rock Shop, la segunda sala de conciertos en nuestra agenda, situada en el barrio de Park Slope, donde se desarrollan la mayoría de las tramas de la serie Bored To Death (mi penúltima debilidad), estaba mucho más lejos de nuestro hotel que The Living Room o The Cake Shop, salas que tan sólo quedaban a dos paradas de metro aunque pertenecen a Manhattan. Tuvimos que coger un taxi, y el conductor ya avisó de que Park Slope estaba “allasísimo” de donde estábamos (pero no teníamos tiempo para ir en metro).
ALLASISMO. Toda la grabación de “SUPERLUV…” rondando en mi cabeza la idea de MÁS ALLÁ, BEYOND en inglés. MÁS ALLÁ es una canción del disco, la favorita de Laszlo y de Carlos, y la segunda favorita de LD (su primera es IRIS). Nos gusta tanto que hasta en el vinilo de GIGANTE Laszlo y yo decidimos dejar un guiño a MÁS ALLÁ (quien lo tenga en sus manos lo reconocerá). De ALLASÍSIMO a un –ismo sí que hay poca distancia, sea esto o no una paradoja. Eso pienso yo. La poca gente que ha escuchado entero y en su orden “SUPERLUV…” a día de hoy –porque aún es un secreto de sumario, estoy deseando que deje de serlo- suele tener la tentación de definirlo con algún –ismo. De ser esa la vía de etiquetarlo, que yo desde luego no lo sé porque soy el autor, me inclino a pensar que sea eso, ALLASISMO. En inglés resulta también bien papichulo: BEYONDISM.
Llegamos a The Rock Shop y la sala nos encantó. Hasta podíamos fumar en el piso de arriba. Subimos a la azotea para buscar palabras en las copas de los árboles. No estaba más cerca del cielo en absoluto, pero lo parecía. No pudimos alcanzar hasta donde llega la vista, ni hasta donde las fábulas se retuercen, pero lo parecía. En la segunda canción, en este caso (porque repito: todos los conciertos fueron diferentes) “Por lo que tiene de romántico” (quizá mi favorita), decidí contar la historia del disco, las chicas porno apellidadas LUV, Shakespeare por aquí y Los Ángeles por allá, ALLASÍSIMO, EL ATAJO, SHIRLEY MACLAINE (la favorita de AB), el vocabulario japonés y el ruso... y “SUPERLUV…” en directo, y en trío, se convirtió en “SUPERLUV STAND UP COMEDY…”. Quizá, como me dijo mi hermano, inspirado por Bored To Death... y así rompimos el hielo y empezó otra historia, de la que esto es sólo un GRAN preámbulo.
“Me encanta que los planes salgan bien” (El Coronel John Hannibal Smith, cerebro del Equipo A).
© pic Songs For Drella
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