16.2.11


Cuckoo, un reloj de cuco
(Como la canción de The Magnetic Fields
)
Hace semanas que estoy en una sala de espera por culpa de ‘Superluv...’. Nunca una “culpa” fue tan dulce en mis antecedentes; de hecho probablemente se pueda considerar un atenuante y así sea una culpa sin culpa, ¿es eso lícitamente posible? Y no espero para una cita con el dentista precisamente -si no ya estaría atiborrándome de cannoli. Una paloma mensajera, como las de ‘Ghost Dog, El camino del Samurai’ (Jim Jarmusch) me trajo encadenada a su talón de Aquiles una nota que contenía un número fabuloso, de esos que resuenan de un modo especial, hasta su gráfica desprende una armonía que recuerda a los juegos de voces de los Beach Boys (incluso codificado como está el ticket de momento). La nota incluye una posdata donde me solicitan confidencialidad, una vez cuando se abra la puerta de uno de esos infinitos espejos en los que me reflejo en esta habitación virtual, la espera y la cautela valdrán la pena. Me ha dado tiempo a mirarme, a escudriñarme en estos espejos refulgentes, desde todos los perfiles y perspectivas imposibles. Y a veces me veo favorecido, incluso con purpurina, y otras deformado, como en una feria con algodón de azúcar ácido y un hombre bala mustio. Depende del día y de la luz, de mi escorzo y de qué demonios estén haciendo Mary, Jennifer, Leah, Bunny, Summer... todas las increíbles actrices porno apellidadas LUV, protagonistas del disco, que me han traído hasta aquí, porque sus actos empujan no sé qué ficha que dispara un meteorito que a su vez cae en una sima y el estruendo llega hasta sitios impensables pero ya en forma de melodía celestial. Un fenómeno relacionado con el cambio climático. Si por mí fuera trazaría una elipsis perfecta y ya estaría al otro lado del espejo con Alicia, claro. Pero no existen propiamente elipsis en la realidad, sólo en la ficción. Exclusivamente por eso jamás podré entender a quienes no intentan saltarse estas reglas tan aburridas del hábitat humano homologado. En cualquier caso, esta espera no la puedo pasar paralizado porque tengo otros compromisos, también derivados de “Superluv...”. Y además, porque por prescripción digamos que de mi Laurie Allen, me he inventado un baile para no volverme loco o lo que sería aún peor, entumecerme, en el que combino como siempre el tacón, punta, tacón, con arrebatos del Shimmy más histérico, break-dance de baja fidelidad, y el robot-dance menos ortodoxo desde que prohibieron los zombies.